Tabula rasa de John Locke: qué es y ejemplos de esta teoría

La doctrina de la tabula rasa se ajusta a la corriente filosófica del empirismo inglés. La misma sostiene que todo conocimiento proviene de la experiencia. Te explicamos más sobre ella.
Tabula rasa de John Locke: qué es y ejemplos de esta teoría

Escrito por Jennifer Rojas

Última actualización: 12 abril, 2024

La teoría de la tabula rasa, propuesta por el filósofo inglés John Locke, forjó a partir del siglo XVII una particular manera de comprender la naturaleza humana y el desarrollo individual. Tanto es así que seguimos creyendo que el entorno es determinante para el desarrollo de un individuo.

En este sentido, las influencias que tuvo esta tesis en el campo de la psicología y la cultura fueron muy importantes.

Durante la lectura, te contamos de qué se trata el concepto de la también llamada tabla rasa y brindaremos ejemplos, para que puedas comprenderlo de mejor manera. Asimismo, expondremos las críticas que recibió a lo largo del tiempo.

¿Qué es la tabula rasa según John Locke?

Esta teoría se hizo conocida mediante el filósofo empirista John Locke. El pensador sostuvo en su obra Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) que la mente de una persona viene al mundo desprovista de ideas y conceptos. De ahí la analogía con una tabla rasa, la cual se encuentra vacía de todo contenido, a la manera de una pizarra en blanco.

Según Locke, el vacío de conocimiento se comienza a llenar una vez en contacto con el mundo exterior y la experiencia. En este contexto, nuestros sentidos y percepciones permiten imprimir las ideas primarias o básicas de los objetos que nos rodean. A partir de tales conceptualizaciones se establecen relaciones, al crear ideas complejas y así alcanzar un conocimiento abstracto.

Sin embargo, el objetivo de Locke con su teoría consistía en investigar si la mente de los recién nacidos venía sin ningún conocimiento.

En los borradores de su libro, aclara que el intelecto no comienza sin forma, pero sí vacío de ideas. De este modo, somos capaces de desarrollar el conocimiento, gracias a la combinación de los sentidos y las operaciones mentales innatas que posee el ser humano.



Ejemplos de la tabula rasa

La tabula rasa considera que el entorno en donde se desarrolla el ser humano, es determinante para forjar su identidad y sus habilidades. Eso explicaría por qué algunas personas son dotadas con ciertos talentos que otras no poseen. En definitiva, todos comenzamos como una pizarra en blanco. Para entender mejor esta postura, consideremos los siguientes ejemplos.

Dos niños que van a diferentes escuelas y poseen distintas familias, suelen tener resultados desiguales en el rendimiento académico. Esto se debe a que no es lo mismo contar con la ayuda y el apoyo de las familias a no tenerlo. Lo mismo, si consideramos los servicios y la calidad de la institución educativa.

Otro ejemplo puede representarse en las habilidades musicales. No todos tenemos esa sensibilidad, creatividad y armonía para la música. De acuerdo con la tabula rasa de John Locke, se debe a que un niño expuesto a la música, desde una edad temprana, es más probable que desarrolle habilidades musicales y una afinidad por ella.

Asimismo, si desde pequeños familiarizamos a los niños con otros idiomas y se les expone a diferentes lenguajes, quizás afine mejores habilidades para aprender otras lenguas, además de la materna.

Influencia de la tabula rasa en la psicología moderna

La teoría de la tabula rasa tuvo importantes repercusiones en el campo de la psicología, incluso algunos académicos sostienen que las ideas de John Locke fueron de gran influencia en la modernidad. En especial, se suele asociar a este filósofo con las corrientes conocidas como funcionalismo y asociacionismo.

En ese sentido, el funcionalismo se interesa por saber cómo la mente opera y para qué sirve. Por ello, el empirismo de Locke ayudó a forjar esta actitud psicológica. Para el filósofo, nuestra capacidad reflexiva es una combinación de ideas simples que forman otras más complejas.

Esto dio lugar al surgimiento del asociacionismo psicológico, el cual fue postulado como una teoría del aprendizaje, señala el libro escrito por Steven Pinker titulado La tabla rasa: La negación moderna de la naturaleza humana.

Dicho asociacionismo sostiene que en la mente carente de contenido se inscriben las ideas. Cuando estas aparecen en sucesión forman un concepto completo, por ejemplo: una silla formada con cuatro patas, un espacio para sentarse y de madera.

De esta manera, las diferentes ideas de sillas que nos proveen los sentidos se asocian. Así, mediante el recuerdo de una sola idea, podemos remitirnos a los demás tipos de muebles que se asemejan. Aquello origina que los objetos que son similares en el mundo activen en la mente un conjunto de pensamientos que se superponen entre sí.

El conductismo

Luego del asociacionismo, el conductismo se convirtió en otro modelo de aprendizaje. Su fundador, John Watson (1878-1958), sostenía que solo importaba la conducta manifiesta y el control de la misma por medio de los estímulos externos para aprender.

Entonces, las leyes de asociación se convirtieron en las del condicionamiento. Esto significó que las respuestas se pueden asociar con nuevos estímulos.

Debate y críticas a la teoría de la tabula rasa

Por supuesto que la doctrina de la tabula rasa de John Locke no estuvo exenta de críticas. Fue acusada de un culturalismo extremo, ya que, en última instancia, toda conducta era producto de la cultura. Tal planteamiento dio lugar a una negación de la naturaleza humana, sustentada por dos ideas: el buen salvaje y el fantasma en la máquina.

La idea del buen salvaje, desarrollada por Jean-Jacques Rousseau, sostiene que el ser humano en su estado natural es pacífico y desinteresado. En este aspecto, quien lo corrompe es la sociedad.

Por otro lado, la idea del fantasma en la máquina considera que la mente está dominada por algo sobrenatural y trascendente, como el espíritu o el alma. Y, en este sentido, las ideas no son de nuestra autoría, sino que las imponen entes extramundanos, como por ejemplo Dios.

Estas conceptualizaciones llevaron a postular que la mente se compone de procesos cognitivos generales, sin ningún contenido específico. En consecuencia, nuestros pensamientos, emociones y comportamientos tienen su origen en mecanismos amplios de aprendizaje, como los postulados por el asociacionismo y el conductismo.

Construcción de la identidad según Locke

Ahora bien, podemos preguntarnos cómo constituimos nuestra identidad si venimos al mundo como una tabula rasa. Al respecto, un artículo publicado por la Universidad Javeriana sostiene que Locke introdujo el problema de la identidad personal.

En la segunda edición de su obra Ensayo sobre el entendimiento humano, el filósofo inglés manifiesta que la identidad se forma a partir de la conciencia y el recuerdo.

Lo anterior significa que, a pesar de las modificaciones que sufrimos en el tiempo, lo único que permanece es la conciencia. En este punto, la experiencia juega un papel muy importante, puesto que unifica -de cierta manera- las vivencias.

Nadie puede negar que a lo largo de nuestra existencia pasamos por muchas transformaciones, tanto físicas como psicológicas. Con este panorama, ¿cómo afirmar que seguimos siendo la misma persona? Somos el conjunto de nuestras vivencias y experiencias que se unifican en la mente y forman la identidad mediante el recuerdo.



Una tabla donde confluyen la experiencia y la naturaleza innata

Como pudimos apreciar a lo largo de este artículo, la concepción de tabula rasa sostiene que la mente comienza como una hoja en blanco. Solo el contacto de nuestros sentidos con el mundo exterior nos permite acumular ideas simples y complejas, es decir, conocimiento. Sin embargo, esta interpretación no termina aquí.

John Locke consagra cierta importancia a nuestras operaciones mentales básicas, ya que sin ellas no podríamos formar ideas ni conocimiento alguno sobre el mundo.

Con todo, es importante destacar que la interpretación de esta filosofía nos conduce por caminos extremos: lo que somos es producto solo de la cultura, o bien ella no tiene nada que ver y dependemos por entero de nuestras capacidades innatas. Una posible salida de esta encrucijada es valorar ambas interpretaciones.


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